El vino es un elemento cultural, que refleja su origen en el más amplio sentido: la tierra y el clima del que procede, pero también la historia de la región y el carácter de la gente que está detrás de cada botella. Por eso una de las principales riquezas del mundo del vino es su extraordinaria e inagotable diversidad. Y ello a pesar de las tendencias globalizadoras que, como en otros muchos aspectos de la cultura, imponen reglas y códigos más o menos de moda, que terminan igualando a vinos de muy distintos orígenes.
Frente a esta tendencia a la uniformización, existen regiones vinícolas que orgullosamente han mantenido procesos de elaboración seculares, en armonía absoluta con la naturaleza de la que proceden y con un respeto total a la tradición. Vinos que son en sí mismos joyas enológicas y piezas de la historia.
Vinoble está destinado a estos vinos distintos, singulares y cuya nobleza se sustenta en el respeto a la historia y al entorno. Vinos que con frecuencia son el resultado de condiciones climatológicas extremas, a las que el hombre ha sabido adaptarse para extraer la esencia de la vid; que casi siempre cuentan historias de largas travesías, de expediciones épicas y de episodios heroicos. Vinos asociados a paisajes únicos, a lenguajes y oficios propios e incluso a una arquitectura bodeguera que responde a partes iguales a la estética y a la funcionalidad. En definitiva, vinos que, en cada una de sus regiones de procedencia, constituyen una de las señas de identidad de sus respectivas culturas. Auténtico patrimonio de la Humanidad.
La amplia gama de moscateles de Alicante, Valencia y Navarra, y las históricas malvasías de Canarias. Los vinos dulces catalanes, del Priorato o Terra Alta, así como los de Rueda o Toro. Y el famoso Fondillón de Alicante, un vino legendario.
Los vinos dulces ha constituido tradicionalmente una parte muy minoritaria y exclusiva de la producción de las principales regiones vitivinícolas mundiales. Así el milagro de la botrytis cinerea o podredumbre noble a dado a luz alguno de los vinos dulces más extraordinarios del mundo: los Sauternes y Barsac de Burdeos, los Mombazillac o los vinos del Loira, en Francia. También los históricos Tokaj de Hungría o los auslese, beerenauslese y trockenbeerenauslese de Alemania. En ocasiones, la concentración de azúcar se consigue gracias a unas condiciones climáticas extremas, como en el caso de los famosos vinos de hielo austríacos y canadienses, obtenidos a partir de uvas congeladas. También en la cuenca mediterránea existe una amplia tradición en la elaboración de vinos dulces: los pasitos italianos, los históricos Marsala o los moscateles de la Isla de Samos son sólo algunos ejemplos de vinos dulces y licorosos del sur de Europa. Ya procedan de las regiones montañosas en Suiza o de viñedos situados junto al mar; del viejo o del nuevo mundo, todos estos vinos comparten una nobleza que es el resultado de unos métodos de elaboración centenarios y de una vocación de calidad e identidad. Son los vinos nobles.